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martes, 2 de mayo de 2017

ALGO FUNCIONA

Para nadie es un secreto que el transporte público es un tema central en el imaginario de esta banda. Para mayores señas nuestro ícono es un toro-bus que viene iracundo a atropellarte.

Todos sospechamos la existencia de una oscura cofradía que agrupa choferes, colectores, funcionarios, motorizados y a varios usuarios (o quizás alborotadores encubiertos?) que convierten la movilización cotidiana a través de la ciudad en un calvario repleto de abusos y ruido. Nadie conoce sus verdaderas intenciones pero todos sufrimos el agresivo congestionamiento de trenes, autobuses, busetas, avenidas y aceras. Desplazarse es una ardua tarea que destruye los oficios de la plancha, que pone a prueba a los desodorantes y que requiere ansiolíticos... salvo en una extraordinaria excepción:

Les presentamos al MetroCable.

Esto no es una nota turística ni una propaganda a la gestión gubernamental. Los que estoy escribiendo es un canto de asombro frente a un callado oasis en el transporte urbano.

Caracas tiene un carácter tal, que cuando algo funciona y es agradable, uno siente que se disparan las alarmas, que hay gato encerrado.

Todos ya conocemos la calamidad del transporte público, pero no tantos conocen su antídoto: el MetroCable.

Simplemente una maravilla: imagínese flotar en una silenciosa burbuja transparente a una altura que le permite otear medio valle. Al llegar a la estación nunca hay cola. Cuando usted aborda el funicular nunca viaja de pié, es más, muy rara vez se llenan las ocho plazas para las que está diseñado. Usted no tiene más que sentarse y disfrutar de algo mucho más apacible que un vuelo. Sin parlantes, sin corneteos, sin carteristas, en definitiva, algo sin precedentes en la capital.

Es cierto que la ruta que cubre es pequeña, no importa, el consejo es montarse aunque sea solamente para pasear, bien vale la pena.


Cosas para criticar hay muchas, nosotros celebramos cuando encontramos alguna digna de elogio.

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