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miércoles, 21 de septiembre de 2016

EGO DE MÚSICOS



“Prefiero una vanidad sincera
Que una falsa modestia”
Mastropiero

Algunas precisiones sobre ese ícono del imaginario popular que es “el ego de los artistas”, en este caso, específicamente, de los músicos.


1.- Todos tenemos ego porque todos tenemos una subjetividad individual que se desarrolla en un mundo material y plural. El ego es indispensable: Un Yo desde dónde anclar las acciones y proyectar los pensamientos. Cuando Descartes dijo que pensaba y luego existía, tenía que presuponer un Yo que pensara para luego existir. Yo, en latín Ego, es una herramienta indispensable de la personalidad. Cuando las filosofías orientales hablan de destruir el Ego se están refiriendo a una tarea muy difícil de imaginar en occidente: superar todo deseo hasta lograr un grado de entendimiento y sensibilidad que nos permita dejar de percibir el mundo como individuo: eso es algo que no se le puede pedir a cualquier trabajador, habría que dedicarse al misticismo. Si se quiere vivir el mundo material, de la sociedad humana (buena o mala), es necesario tener un Ego, un Yo. A los que confunden el límite entre su Ego, su YO, y el mundo exterior se les denomina esquizofrénicos, padecen alucinaciones, y a menudo necesitan tratamiento y cuidados.

El ego no se debe confundir simplemente con vanidad. Ego es la categoría central del YO. El Ego es autoconcepción, mapa íntimo de lo que es cada quien para sí mismo y para los demás.
 
El Ego por sí mismo no puede ser malo, es como un perro: si lo educas y entrenas tendrás un fiel aliado, si lo malcrías será un dolor de cabeza constante. El asunto está en cultivar ese ego, en no dejarlo crecer al capricho de los gustos. Los gustos compiten en el mercado para apoderarse de los egos de las personas, pero eso hay que hablarlo más adelante, con mejor detalle.

2.- En el medio laboral, el cliché sobre el ego de los músicos se oye frecuentemente como deslegitimización automática de los reclamos que hace el artista sobre sus condiciones de trabajo.

Esto hay que rechazarlo categóricamente porque es escudo de abusos y falta de profesionalismo por parte de los que rodean al músico. En mi carrera son numerosas la oportunidades en que he reclamado mayor rigurosidad en algún aspecto técnico del espectáculo y he sido despachado con reprobaciones de ególatra, desubicado, altanero.

De lo que hablo es de un vicio ideológico-profesional que he constatado en varios lugares en los que he tocado y sobre el que quiero advertir: a la hora de dar tratamiento técnico a la obra en vivo de un músico se deben acatar en la medida de lo posible las sugerencias y requerimientos del mismo. Lo más probable es que el músico ya haya puesto a prueba su sonido en múltiples oportunidades y conoce a la perfección sus capacidades y características de ejecución. Los mismo cuenta en lo administrativo.

3.- El trabajo de un artista implica un camino de autoconocimiento, la identificación que hay entre la obra y el propio yo, su autoconcepción, su "ego" es de tal magnitud que la crítica a la obra pasa por cuestionar la persona misma del artista.

Leí, ya no recuerdo dónde, que lo que caracteriza al artista es que convierte sus problemas personales en imágenes, hechos, objetos cuyo contenido expresa, por identificación, lo sentido por muchos que no participaron en la creación de la obra. Lo bonito del arte es que al final es de todos ¿De qué sirve un concierto sin público? ¿No nos demostró ya John Cage que el público es parte inextricable del sonido en vivo? Pero el trabajo del espectador no termina allí, los músicos estamos esperando por la crítica.

En este sentido la deformación que enfrentamos es por ausencia. La poca crítica o comentario que hay sobre la actividad musical por estos lares es propagandística (es decir, solo reseña el evento que está por venir) o farandulera (se centra en los aspectos extra-musicales: vida íntima o posición política del artista) y cuando va a lo musical se queda en lo meramente valorativo (me gusta o no).

El punto es que debemos cuestionar el gusto, amasarlo con palabras. La crítica debiera ser el diálogo del espectador acucioso con el creador sobre cuáles son los problemas que la obra plantea a la sensibilidad y cuáles son los recursos que emplea, cómo los emplea, etc.

Ese diálogo está muy desatendido, y no es fácil atenderlo, es necesario pensar, sentir, ordenar un poco ambas cosas y expresarlas – lo más difícil – con sinceridad y encanto.

El Ego de los músicos busca el diálogo ¿qué otra cosa es la música?

Armando González

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